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sábado, 24 de julio de 2010

Reedición de "Un cuento de días fríos en el aniversario, el 26 de julio, de la muerte de Evita.


Era 1952, Isabel tenía 7 años y una mente inquieta e inteligente. Sabía quienes eran Perón y Evita, los veía en su libro escolar, en las fotos de la escuela, en el noticiero cuando iba al cine del barrio con su tía , en la siesta de los domingos. Le llamaba la atención el cuadro donde Eva estaba vestida de "fiesta" con ese collar grande, de piedras rojas y la sonrisa siempre presente.

El papá de Isabel siempre hablaba cosas de Perón y Eva, a veces bien a veces lo puteaba y otras veces discutían con sus tíos por temas de la política. La madre de Isabel era española muy rubia y de ojos claros, en contraste con su marido, el padre de Isabel, que era un morocho estilo Gardel pintonazo y criollo, hijo de madre india y padre español. Al abuelo aragonés casado con la india, los abuelos andaluces le decían el anarquista.
Isabel con sus 7 años leía y escribía todo lo que podía y entre otras cosa leía un folleto que recibía su papá todas las semanas que se llamaba "Nuestra palabra, diario obrero del partido comunista". La casa donde vivía la niña era una vieja casona de barrio, vieja y de tipo chorizo, con paredes altas, techos de caña con terminaciones de madera y un gran fondo de tierra, pastos, cañas para jugar y jugar con sus primos y sus hermanos entre frutales y algunos parrales abandonados. Poca calefacción en invierno, cocina fogón a leña y una gran pileta que su mamá llamaba batea en el fondo (un lugar frío, muy frío en invierno), para lavar la ropa a mano. A su mamá la ayudaba a lavar una señora muy morocha que venía una vez por semana y se llamaba Elvira. Isabel se sentaba en un tronco grande de un árbol caído al lado de la señora Elvira mientras ella lavaba y lavaba ropa moviendo su cuerpo con fuerza, estrujando sábanas, camisas, toallas y mojándose la panza. Hacía frío pero como era la siesta y había solcito Isabel la acompañaba y la miraba. Ese día Isabel vio a Elvira seria, le corrían lágrimas sin cesar y seguía estrujando la ropa. No la miraba a Isabel ni le hablaba. La niña se le acercó y le preguntó si le dolía algo, si estaba enojada con ella. La mujer la miró y le dijo " se murió Evita, se murió Evita ¿que vamos a hacer ahora los pobres?". Isabel no entendía por qué estaba tan triste Elvira, si Evita se había muerto, y además Perón ni Evita eran tan importantes para sus padres o sus tíos.
Isabel aprendió que hay cosas que los niños descubren solos, que Elvira lloraba, que su mamá chusmeaba el gran entierro, las flores, la gente que iba al velorio, y que su papá puteaba, pero también se quedaba serio y no hacía comentarios...


Un cuento de Angeles para Eva en el Bicentenario

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